jueves, 16 de junio de 2011

Vueltecita gaditana: De las Puertas de Tierra a San Juan de Dios

Otra "vueltecita" para el programa de Onda Cádiz Radio "Gente de Cádiz", presentado por Manoli Lemos.

Emitido los días 19 y 27 de mayo de 2009

Nuestra vueltecita de hoy comienza en las Puertas de Tierra, ante las columnas o triunfos a San Servando y San Germán, patronos de Cádiz. Estos santos romanos se ubicaban antiguamente en la entrada del antiguo muelle de la ciudad.
Esta majestuosa construcción se terminó a mediados del s.XVIII. Nos acercamos para contemplar la magnífica portada de mármol blanco.

Los leones de la portada nos dan la bienvenida a la ciudad, su fiero aspecto nos avisa del carácter defensivo de toda la ciudad, completamente amurallada y que hoy día se conserva en gran parte. Recordamos que, hasta el s.XX, esta Puerta de Tierra era la única entrada a la ciudad cuando se venía desde San Fernando. Si nos fijamos en el arco interior, podemos incluso ver la marca del cable del tranvía que por aquí pasaba.

Si tenemos oportunidad de visitar el Museo de las Cortes, cosa que le recomiendo, podremos observar en la Maqueta que hay de Cádiz, como delante de las Puertas de Tierra existían unas murallas que protegían aún más la entrada a nuestra ciudad, eran los “glacis”, derribados en los años 30. Pocos años más tarde se reformaron las Puertas de Tierra, dándole el aspecto que vemos hoy con esos grandes arcos abiertos para el tráfico rodado. Pasamos por debajo de ellos para observar las puertas desde otro punto de vista.

Vemos ahora como el color marrón de la piedra ostionera da paso al blanco mármol. Una vez más, una construcción ofrece dos caras: ruda y hosca para el invasor, refinada y bella para el ciudadano. Procuraremos siempre en nuestras vueltecitas, ver los múltiples puntos de vista que nuestra ciudad ofrece.

Seguimos caminando para adentrarnos, por la calle Santo Domingo, en el Barrio de Santa María. El segundo en antigüedad tras el Pópulo y que nació como arrabal en torno a la ermita de Santa María, de la que hablaremos en nuestra próxima vueltecita.
Por la calle Santo Domingo, bajando despacito, podemos sentir la esencia de nuestro barrio más flamenco: Sus casas de vecinos, su gente, su ambiente familiar y cercano y como no, su historia.

Podríamos decir que, junto a la calle Teniente Andújar, es la más recta de este barrio, siendo las demás un auténtico entramado de callejuelas, cierros, geránios y cantaores flamencos. Pero hoy nuestros pies se encaminan hacia la casa de la Patrona de Cádiz.

Efectivamente, frena nuestra bajada una imponente construcción religiosa, se trata de la Iglesia de Santo Domingo, convento dominico y Santuario de la Virgen del Rosario.

Lo primero que vemos es un curioso contraste: La puerta de los pies de la iglesia está desnuda, sin portada, pero justo al lado, por el contrario, vemos una magnífica portada de piedra. Vamos a observarla con más detenimiento.

Se trata de la portada de la Capilla de la Orden tercera, sobre el vano de entrada podemos ver una hornacina con la imagen de Santo Domingo, el fundador de los dominicos. Prueba de ello es el perro que le acompaña. Lleva una antorcha de fuego en la boca. La palabra dominicos es una contracción del latín “domini canes”, es decir, los perros del Señor, unos perros que en su boca portan la antorcha, que simboliza la Palabra de Dios. Así pues, la próxima vez que veamos un perro con una antorcha en la boca, sabremos que se trata de los dominicos, también conocidos como “Orden de los predicadores”.

Bajamos al Compás de Santo Domingo. Efectivamente, se trataba del compás, es decir, la cancela o muro que rodeaba los conventos antiguamente. La iglesia se yergue magestuosa sobre la escalinata, dando una visión espectacular desde la calle Plocia. Entremos para conocer algunos de sus secretos.

Los orígenes de este convento están íntimamente ligados a la Virgen del Rosario y al saqueo Inglés de 1596. Este lugar, en el s. XVI era lo que hoy conoceríamos como un vertedero. Hay que tener en cuenta que por aquellos años esto era un arrabal, es decir, un lugar a las afueras de la ciudad.

La primitiva imagen de nuestra patrona se encontraba en la actual Iglesia del Rosario. Los Ingleses profanaron esta imagen y, arrastrandola por toda la ciudad la arrojaron a este muladar. Desde aquel día, se la conoce como la “Vulnerata”, es decir, la herida, y no se restauró ni reformó, sino que se dejó tal cual para que todos recordaran este terrible acto.

Casualidad o no, a mediados del s.XVI los dominicos llegan a Cádiz y se instalan en el mismo lugar donde ocurrió este terrible hecho. Recogiendo la devoción y custodia de la Patrona de Cádiz.

Entramos para contemplar un espacio diáfano, donde el blanco, a modo de gigantesco hábito dominico, nos muestra la pureza del santuario, mientras las yeserías barrocas de las bóvedas nos sugieren dulces formas que fuerzan a nuestra vista encaminarse hacia el soberbio retablo de mármoles blancos y negros terminado en 1691 por los hermanos Andreoli. De estilo barroco, alberga en la hornacina central a la Virgen del Rosario, flanqueada por unas imponentes columnas salomónicas negras. De nuevo el blanco y el negro, los colores de la orden de los predicadores, nos recuerda incesantemente la titularidad del templo.

Al margen de otros detalles, en los que no vamos a entrar para no demorar nuestro paseo, nos asomaremos al bellísimo claustro, donde el blanco, esta vez de la luz que lo inunda, vuelve a hacer acto de presencia. Disfrutamos del silencio y la paz que este lugar nos reserva.

Antes de abandonar el Santuario, nos detenemos unos segundos para contemplar a la “Galeona”, Virgen que acompañaba a las flotas de Indias en su ruta a América, como patrona y que actualmente lo hace en nuestro buque escuela, el Juan Sebastián de Elcano.

Salimos a la calle Plocia para toparnos de nuevo, con historia en el suelo. Se trata de los “bolos” o piedras de río que servían como lastre a los galeones de Indias. Inevitamblemente nos imaginamos a la Galeona a bordo de esos buques y su llegada al muelle gaditano con gran alegría por el durísimo trayecto recorrido.

La Calle Plocia nos recuerda a nuestro pasado romano, con sus casas con fachadas alicatadas, la tradición del restaurante Achuri y la callecita de la Gloria con su delicioso olor a dulces rebosan gaditanía y autenticidad por los cuatro costados. Ante nosotros, la fábrica de Tabacos con su reloj, el primero que funcionó con electricidad en Cádiz y que fue admirado por el mismísimo Edison.

La fabricación de Tabacos en Cádiz se remonta al s.XVII, pasando por varios edificios hasta el que vemos, construido en el s.XIX. De la antigua fábrica podemos ver el escudo de mármol blanco del s.XVIII, traído desde la antigua fábrica que se situaba, curiosamente, en la Calle Rosario.

Podemos imaginar fácilmente, sobre todo por que hasta hace poco perdió su función de fábrica, a las cigarreras entrar y salir por esta puerta. El amplio patio a rebosar de trabajadoras y trabajo, de bullicio y de olor a la “salsa” del tabaco. De la chimenea, hoy cegada, vemos como, sorprendentemente vuelve a salir ese característico humo blanco. La magia de Cádiz obra de nuevo el milagro.

Seguimos bajando por Plocia. Llegando al final de la calle nos detenemos para ver la preciosa portada de mármoles de una casa palacio. Aquí notamos la proximidad del muelle: Cada vez el bullicio es mayor: turistas, paseantes, viajeros, vendedores de carná y parroquianos de los bares que pueblan la plaza de San Juan de Dios nos invitan a continuar nuestro paseo, pero lo haremos desviándonos por el coqueto arquillo de la calle Amaya.

El silencio y las sombras de esta callejuela nos adentran en un mundo sombrío y tranquilo, parecido al que descubrimos en el Claustro de Santo Domingo, lejos del bullicio anterior para desembocar en una de las principales calles y santo y seña del Barrio de Santa María: la calle Sopranis.

Los Sopranis fueron una importante familia gaditana de origen italiano. Comerciantes de Indias, a ellos se deben importantes contribuciones al Arte en nuestra ciudad como son las casas palacio de esta calle: Mármoles, escudos heráldicos y grandes patios, hoy de vecinos, que nos dan idea de la importancia de esta calle antiguamente por su proximidad al muelle y por tanto, el fácil acceso a las mercancías que descargaban en el muelle.

Todo aquí son detalles: Balcones, molduras, escudos, una hornacina vacía... Y una esquina decorada con columnas superpuestas que llegan hasta la azotea de la vivienda, todo un desafío para nuestra vista ¡y nuestro cuello!.

Abandonamos Sopranis para llegar a la Plaza de San Juan de Dios, llena de historia. Pero eso lo veremos en otra vueltecita. Hasta la Semana que viene!

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