viernes, 3 de junio de 2011

Vueltecita gaditana: De la Plaza de España a la Alameda


Vueltecita gaditana.

Mini-espacio dentro del programa radiofónico "Gente de Cádiz", presentado por Manoli Lemos.
Onda Cádiz Radio.

12 de mayo de 2009

Nuestra vueltecita de hoy tiene un fuerte sentido doceañista, es decir, relativo a las Cortes de Cádiz de 1812. Comenzaremos nuestro paseo en la Plaza de España, ante el monumento a las Cortes, levantado sobre terrenos ganados al mar y donde se situaba la “murallita real”, derribada, junto a la Puerta del Mar a principios del s.XX. Afortunadamente, conservamos la mayor parte de estas murallas, dirijámonos hacia ellas para pasear por la historia de nuestra ciudad.

Pasamos ante este imponente monumento que conmemora nuestra primera Carta Magna. Contemplamos como la luz y las sombras dibujan caprichosas figuras entre los relieves de los diputados. Está concebido como un hermoso hemiciclo blanco, con el sillón presidencial en el centro y con los valores que inspiraron a nuestra primera Constitución: Paz, Prosperidad, Justicia....... Caminamos ahora hacia las Murallas de San Carlos.

Subimos a las murallas por las escaleras de “La negrita” para contemplar de nuevo la plaza de España. Sus árboles, sobre los que sobresale el gran pilar que corona el monumento a las Cortes, el precioso caserío de la Plaza y las torres miradores.

Podemos observar durante todo nuestro paseo por las murallas, como abrazan al barrio de San Carlos, al que dan nombre. Un barrio del s.XVIII en el que se asientan magníficas casas.

Tras el terrible saqueo de 1596, incluso se planteó el despoblar Cádiz, pero finalmente se optó por amurallarla completamente. Estos trabajos se extendieron durante todo el siglo XVII hasta finales del s.XVIII. Importantes ingenieros militares diseñaron unas murallas que incorporaban los últimos avances técnicos para hacer de Cádiz una plaza inexpugnable.

Mientras paseamos por estas murallas de San Carlos nuestra imaginación vuela y podemos ver los galeones de guerra fondeados en la Bahía. Nos asomamos y vemos como el agua llega al pie de las murallas. Más adelante, la Punta de San Felipe sobresale como un brazo que prolonga las murallas y que nos muestra que, gracias a estas formidables defensas, los “fanfarrones” no pudieron entrar en nuestra ciudad. Junto a ellas, el triunfo o monumento a la Inmaculada y que primitivamente se ubicaba en el desaparecido Convento de Capuchinos.

Doblamos la esquina del baluarte y caminamos mientras vemos como la muralla comienza a descender, mostrandonos la Alameda, de carácter más afable que estas imponentes defensas.

De entrada, notamos que el enlosado cambia. El rudo grisaceo de las murallas da paso a la solería blanca y amable de la Alameda. Las murallas, que antes vimos como auténticas defensas, son ahora un balcón a nuestra Bahía. Disfrutemos de esta hermosa vista: El Puerto de Santa María.

Continuamos nuestro camino sin perder detalle de los edificios que se asoman a la Alameda. Salvo un par de errores contemporáneos, todos ellos presentan una uniformidad y exquisitez que nos hablan de un refinado y glorioso pasado. Vemos también otro triunfo, esta vez dedicado a San Francisco Javier, co-patrono de nuestra ciudad y que se ubicaba originalmente en la antigua entrada del muelle, recibiendo a los barcos junto a los patronos, San Servando y San Germán.

Llegamos a los jardines de la Alameda. Aquí nos introducimos en un mundo aparte, lleno de colores y olores diferentes. Un pedacito del sevillano Parque de Maria Luisa que nos hace imaginar los paseos de domingo de los gaditanos a comienzos del siglo XX, cuando la arquitectura regionalista andaluza alcanzaba su máximo esplendor. Entre sus salones, el monumento al Marqués de Comillas, hombre consagrado al mar.

Continuamos paseando entre enormes ficus centenarios, escritores y poetas y descansando sobre bancos de azulejos vidriados de vivos colores. Aquí nuestros cinco sentidos se hallan desbordados ante tanta belleza: La historia, la Naturaleza y el Mar.

Llegamos hasta el Baluarte de la Candelaria y ante él, majestuosa la Iglesia del Carmen, que, mirando al mar, nos recuerda a América, a ese mar que tanta prosperidad trajo a nuestra ciudad. Las espadañas, o sea, los cuerpos de campanas, se yerguen como pasteles de merengue con sus caprichosas y barrocas formas. La Virgen del Carmen nos espera dentro, como vigilante de este extenso mar que se abre ante nuestros ojos.

Y terminamos recordando de nuevo nuestra Constitución gaditana. Desde esta iglesia del Carmen partieron en procesión los diputados doceañistas para pomulgar la Constitución en la Plaza de San Antonio tras celebrar una solemne misa de acción de gracias. Desde aquí podemos oír aún los ecos de aquellos gritos de ¡Viva la Pepa!

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