lunes, 27 de junio de 2011

Patrimonio musical del Corpus gaditano

Lauda Sion Salvatorem
Fco. Javier Orellana Vallejo
Ldo. en Historia del Arte y miembro de Cádiz Ilustrada.

Publicado en La Voz de Cádiz el 25/06/11
De entre las voces que claman por que el Corpus en Cádiz vuelva a sus tiempos de mayor esplendor, pocas son las que aluden al aspecto musical como dignificación de la festividad que se celebra. Y no de es de extrañar, pues existe abundante material gráfico frente a la nulidad de registros sonoros de tiempos pretéritos.

Afortunadamente, el archivo de música de la Catedral de Cádiz cuenta con un rico tesoro musical que abarca desde los siglos XVII al XX. Obras en su mayoría compuestas expresamente para el culto de la propia catedral y que han soportado los numerosos avatares del tiempo, condenando al olvido a la música que pasaba de moda en el mejor de los casos. Un olvido que relegaba a la música a un armario, y no crean que motivado por una supuesta falta de calidad de las piezas, sino por el continuo consumo de música nueva que demandaba la intensa actividad de la catedral. Estos papeles que han sobrevivido a nuestros días nos brindan la oportunidad de poder conocer cómo “sonaba” Cádiz en épocas pasadas. Partituras conservadas, pero “letra muerta” -en palabras del padre D. Máximo Pajares- a la espera de “volver a la vida” a través de la interpretación y de su puesta en valor.
Desde 2009, el Cabildo de la Catedral de Cádiz asume definitivamente la iniciativa de poner en valor la música de su archivo, retomando especialmente el trabajo del mencionado Máximo Pajares -último maestro de capilla de la Catedral- y del Dr. D. Marcelino Díez. Del primero, su ingente labor de catalogación del archivo; del segundo, sus labores de investigación, transcripción y defensa a ultranza de nuestro patrimonio. Los canónigos confían este trabajo al Conjunto vocal Virelay, que dirige Jorge Enrique García y que ostenta el título de Capilla de música de la Catedral.

Esta labor comienza con la cuidadosa transcripción de las partituras hasta la interpretación de su música, pasando por la edición y grabación sonora. Respecto a esto último, el cabildo gaditano ha impulsado recientemente la colección discográfica “Archivo musical de la Catedral de Cádiz”, cuyo primer volumen, titulado “Corpus Christi en el Cádiz del Siglo de las Luces”, se presentó en noviembre del año pasado dentro del Festival de música española de Cádiz. Dicha grabación pretende mostrar lo que podría haber sido un pontifical de Corpus a finales del siglo XVIII, situando la música en su contexto del mismo modo que un Centro de interpretación hace con un yacimiento arqueológico para un mayor disfrute y comprensión por parte del visitante.
Otro aspecto a tener en cuenta en la recuperación de este patrimonio musical es devolver la música al lugar que le corresponde. Esto es, en las principales solemnidades de la Seo, donde adquiere su razón de ser.

Todos estos ejemplos de puesta en valor, grabación y restauración de la música en el culto, así como recuperación de los sonidos propios del Corpus gaditano los podemos resumir en el “Lauda Sion Salvatorem” de Juan Domingo Vidal (1734-1808), que desde 2009 vuelve a sonar cada año el día de Corpus en la Catedral.
La secuencia para el día de Corpus Christi “Lauda Sion Salvatorem” (Alaba Sión al Salvador) compuesta por Juan Domingo Vidal durante su magisterio en la Catedral de Cádiz, es probablemente la pieza que ha permanecido durante más años en los atriles del primer templo diocesano, pues se interpretaba anualmente el día de Corpus hasta mediados del siglo pasado. Las numerosas versiones, adiciones y adaptaciones que sufrió la partitura son la mejor prueba de ese uso continuado durante más de 150 años. La música pues, sirve al culto y se adapta según las épocas y necesidades del mismo.
La secuencia, que nace en la Edad Media como desarrollo musical del Aleluya propio del día, gozó de gran salud con numerosísimas composiciones en latín hasta la supresión de éstas durante el Concilio de Trento (s. XVI) exceptuando, entre otras, el “Lauda Sion” para el día de Corpus, cuyo autor del texto es Santo Tomás de Aquino, autor también del himno eucarístico “Pange lingua”.

El “Lauda Sion” gaditano del Maestro Vidal muestra los rasgos propios de un estilo que se suele denominar “galante” (uno de los estilos que antecede al clasicismo musical), centrando su interés en la melodía principal, pegadiza y alegre, con una armonía sencilla pero efectiva. En ella, el tiple solista (soprano) dialoga y es respondido por el coro tras una breve introducción instrumental que anuncia el tema principal. Una música amable, lejos del dramatismo y exaltación espiritual barrocos y que muestra el estilo más moderno de Juan Domingo Vidal.
Su carácter festivo nos traslada al ambiente de júbilo que vivía la ciudad durante el Corpus, pasando a convertirse en una pieza tradicional. Prueba del acervo popular y cariño hacia esta composición es el testimonio de numerosos feligreses de avanzada edad quienes, al volver a oírla después de medio siglo, aún reconocían la alegre melodía que escuchaban en su infancia el día de Corpus.

El Lauda Sion del Maestro Vidal en las voces e instrumentos de Virelay:



jueves, 16 de junio de 2011

Vueltecita gaditana: De las Puertas de Tierra a San Juan de Dios

Otra "vueltecita" para el programa de Onda Cádiz Radio "Gente de Cádiz", presentado por Manoli Lemos.

Emitido los días 19 y 27 de mayo de 2009

Nuestra vueltecita de hoy comienza en las Puertas de Tierra, ante las columnas o triunfos a San Servando y San Germán, patronos de Cádiz. Estos santos romanos se ubicaban antiguamente en la entrada del antiguo muelle de la ciudad.
Esta majestuosa construcción se terminó a mediados del s.XVIII. Nos acercamos para contemplar la magnífica portada de mármol blanco.

Los leones de la portada nos dan la bienvenida a la ciudad, su fiero aspecto nos avisa del carácter defensivo de toda la ciudad, completamente amurallada y que hoy día se conserva en gran parte. Recordamos que, hasta el s.XX, esta Puerta de Tierra era la única entrada a la ciudad cuando se venía desde San Fernando. Si nos fijamos en el arco interior, podemos incluso ver la marca del cable del tranvía que por aquí pasaba.

Si tenemos oportunidad de visitar el Museo de las Cortes, cosa que le recomiendo, podremos observar en la Maqueta que hay de Cádiz, como delante de las Puertas de Tierra existían unas murallas que protegían aún más la entrada a nuestra ciudad, eran los “glacis”, derribados en los años 30. Pocos años más tarde se reformaron las Puertas de Tierra, dándole el aspecto que vemos hoy con esos grandes arcos abiertos para el tráfico rodado. Pasamos por debajo de ellos para observar las puertas desde otro punto de vista.

Vemos ahora como el color marrón de la piedra ostionera da paso al blanco mármol. Una vez más, una construcción ofrece dos caras: ruda y hosca para el invasor, refinada y bella para el ciudadano. Procuraremos siempre en nuestras vueltecitas, ver los múltiples puntos de vista que nuestra ciudad ofrece.

Seguimos caminando para adentrarnos, por la calle Santo Domingo, en el Barrio de Santa María. El segundo en antigüedad tras el Pópulo y que nació como arrabal en torno a la ermita de Santa María, de la que hablaremos en nuestra próxima vueltecita.
Por la calle Santo Domingo, bajando despacito, podemos sentir la esencia de nuestro barrio más flamenco: Sus casas de vecinos, su gente, su ambiente familiar y cercano y como no, su historia.

Podríamos decir que, junto a la calle Teniente Andújar, es la más recta de este barrio, siendo las demás un auténtico entramado de callejuelas, cierros, geránios y cantaores flamencos. Pero hoy nuestros pies se encaminan hacia la casa de la Patrona de Cádiz.

Efectivamente, frena nuestra bajada una imponente construcción religiosa, se trata de la Iglesia de Santo Domingo, convento dominico y Santuario de la Virgen del Rosario.

Lo primero que vemos es un curioso contraste: La puerta de los pies de la iglesia está desnuda, sin portada, pero justo al lado, por el contrario, vemos una magnífica portada de piedra. Vamos a observarla con más detenimiento.

Se trata de la portada de la Capilla de la Orden tercera, sobre el vano de entrada podemos ver una hornacina con la imagen de Santo Domingo, el fundador de los dominicos. Prueba de ello es el perro que le acompaña. Lleva una antorcha de fuego en la boca. La palabra dominicos es una contracción del latín “domini canes”, es decir, los perros del Señor, unos perros que en su boca portan la antorcha, que simboliza la Palabra de Dios. Así pues, la próxima vez que veamos un perro con una antorcha en la boca, sabremos que se trata de los dominicos, también conocidos como “Orden de los predicadores”.

Bajamos al Compás de Santo Domingo. Efectivamente, se trataba del compás, es decir, la cancela o muro que rodeaba los conventos antiguamente. La iglesia se yergue magestuosa sobre la escalinata, dando una visión espectacular desde la calle Plocia. Entremos para conocer algunos de sus secretos.

Los orígenes de este convento están íntimamente ligados a la Virgen del Rosario y al saqueo Inglés de 1596. Este lugar, en el s. XVI era lo que hoy conoceríamos como un vertedero. Hay que tener en cuenta que por aquellos años esto era un arrabal, es decir, un lugar a las afueras de la ciudad.

La primitiva imagen de nuestra patrona se encontraba en la actual Iglesia del Rosario. Los Ingleses profanaron esta imagen y, arrastrandola por toda la ciudad la arrojaron a este muladar. Desde aquel día, se la conoce como la “Vulnerata”, es decir, la herida, y no se restauró ni reformó, sino que se dejó tal cual para que todos recordaran este terrible acto.

Casualidad o no, a mediados del s.XVI los dominicos llegan a Cádiz y se instalan en el mismo lugar donde ocurrió este terrible hecho. Recogiendo la devoción y custodia de la Patrona de Cádiz.

Entramos para contemplar un espacio diáfano, donde el blanco, a modo de gigantesco hábito dominico, nos muestra la pureza del santuario, mientras las yeserías barrocas de las bóvedas nos sugieren dulces formas que fuerzan a nuestra vista encaminarse hacia el soberbio retablo de mármoles blancos y negros terminado en 1691 por los hermanos Andreoli. De estilo barroco, alberga en la hornacina central a la Virgen del Rosario, flanqueada por unas imponentes columnas salomónicas negras. De nuevo el blanco y el negro, los colores de la orden de los predicadores, nos recuerda incesantemente la titularidad del templo.

Al margen de otros detalles, en los que no vamos a entrar para no demorar nuestro paseo, nos asomaremos al bellísimo claustro, donde el blanco, esta vez de la luz que lo inunda, vuelve a hacer acto de presencia. Disfrutamos del silencio y la paz que este lugar nos reserva.

Antes de abandonar el Santuario, nos detenemos unos segundos para contemplar a la “Galeona”, Virgen que acompañaba a las flotas de Indias en su ruta a América, como patrona y que actualmente lo hace en nuestro buque escuela, el Juan Sebastián de Elcano.

Salimos a la calle Plocia para toparnos de nuevo, con historia en el suelo. Se trata de los “bolos” o piedras de río que servían como lastre a los galeones de Indias. Inevitamblemente nos imaginamos a la Galeona a bordo de esos buques y su llegada al muelle gaditano con gran alegría por el durísimo trayecto recorrido.

La Calle Plocia nos recuerda a nuestro pasado romano, con sus casas con fachadas alicatadas, la tradición del restaurante Achuri y la callecita de la Gloria con su delicioso olor a dulces rebosan gaditanía y autenticidad por los cuatro costados. Ante nosotros, la fábrica de Tabacos con su reloj, el primero que funcionó con electricidad en Cádiz y que fue admirado por el mismísimo Edison.

La fabricación de Tabacos en Cádiz se remonta al s.XVII, pasando por varios edificios hasta el que vemos, construido en el s.XIX. De la antigua fábrica podemos ver el escudo de mármol blanco del s.XVIII, traído desde la antigua fábrica que se situaba, curiosamente, en la Calle Rosario.

Podemos imaginar fácilmente, sobre todo por que hasta hace poco perdió su función de fábrica, a las cigarreras entrar y salir por esta puerta. El amplio patio a rebosar de trabajadoras y trabajo, de bullicio y de olor a la “salsa” del tabaco. De la chimenea, hoy cegada, vemos como, sorprendentemente vuelve a salir ese característico humo blanco. La magia de Cádiz obra de nuevo el milagro.

Seguimos bajando por Plocia. Llegando al final de la calle nos detenemos para ver la preciosa portada de mármoles de una casa palacio. Aquí notamos la proximidad del muelle: Cada vez el bullicio es mayor: turistas, paseantes, viajeros, vendedores de carná y parroquianos de los bares que pueblan la plaza de San Juan de Dios nos invitan a continuar nuestro paseo, pero lo haremos desviándonos por el coqueto arquillo de la calle Amaya.

El silencio y las sombras de esta callejuela nos adentran en un mundo sombrío y tranquilo, parecido al que descubrimos en el Claustro de Santo Domingo, lejos del bullicio anterior para desembocar en una de las principales calles y santo y seña del Barrio de Santa María: la calle Sopranis.

Los Sopranis fueron una importante familia gaditana de origen italiano. Comerciantes de Indias, a ellos se deben importantes contribuciones al Arte en nuestra ciudad como son las casas palacio de esta calle: Mármoles, escudos heráldicos y grandes patios, hoy de vecinos, que nos dan idea de la importancia de esta calle antiguamente por su proximidad al muelle y por tanto, el fácil acceso a las mercancías que descargaban en el muelle.

Todo aquí son detalles: Balcones, molduras, escudos, una hornacina vacía... Y una esquina decorada con columnas superpuestas que llegan hasta la azotea de la vivienda, todo un desafío para nuestra vista ¡y nuestro cuello!.

Abandonamos Sopranis para llegar a la Plaza de San Juan de Dios, llena de historia. Pero eso lo veremos en otra vueltecita. Hasta la Semana que viene!

miércoles, 8 de junio de 2011

La práctica musical en Semana Santa

Publicado en el suplemento de Semana Santa de La Voz de Cádiz.
18/04/11


La práctica musical en la Semana Santa gaditana
Javier Orellana

Al hablar de Semana Santa, nuestra mente evoca calles inundadas de penitentes, cera, incienso y por supuesto, música. Las Imágenes, custodiadas en iglesias y capillas salen a la calle convirtiéndola en un gran templo, donde la música procesional cobra un protagonismo tal, que no podemos imaginar esta festividad sin ella.

Con la celebración de la Missa in coena Domini (Rememoración de la Última Cena) la tarde del Jueves Santo, comienza el Triduo Pascual. Tras ésta, el luto cubre los sonidos: Tambores destemplados, campanas mudas y el órgano, instrumento privilegiado de la Iglesia, espera su momento hasta el Domingo de Resurrección. Aunque estas prohibiciones se mantuvieron estrictamente, no faltaron en pleno barroco gaditano composiciones vocales con violines, trompas y oboes que, pese a su virtuosismo, justificaban su participación como mero complemento a la palabra cantada. Todos estos “abusos” fueron objeto de las reformas que llevó a cabo San Pio X hace un siglo sobre la música sacra, restaurando el empleo de la voz como único instrumento permitido.

Dentro del Triduo sacro, llaman poderosamente la atención los oficios de tinieblas, centrados en los maitines (medianoche). Pese a la intempestiva hora, estos oficios en nuestra Catedral eran todo un acontecimiento. Cánticos y responsorios daban paso -al finalizar cada parte del Oficio- a la extinción de una luz de las quince que tenía el tenebrario (un enorme candelabro que se conserva en la cripta de nuestra Catedral) hasta quedar solamente una vela encendida durante la vigilia de Pascua, esperando al estallido de júbilo del Domingo de Resurrección.

Dentro del Triduo pascual católico, una parte indispensable es el relato de la Pasión. La tradición católica reserva para la tarde del Viernes Santo el relato de San Juan, optándose generalmente el Domingo de Ramos por la Pasión según San Mateo. En la Pasión, celebrante y ministros encarnan a Jesús y al cronista, quien narra la historia. Todo era recitado en gregoriano, mientras que los papeles de muchedumbre solían ser interpretados en estilo polifónico por la capilla musical.
La Pasión supone la primera interpretación del Drama litúrgico sacro, de tal importancia que dará origen incluso a representaciones escénicas profanas como la ópera.

Poco a poco la música en los Cultos de Semana Santa va cobrando el protagonismo perdido, merced al rico patrimonio que nuestra ciudad atesora y que poco a poco se está recuperando y poniendo en valor.


lunes, 6 de junio de 2011

El Farol (I): Coro "a la gaditana"

Hará más de un año, por la primavera de 2010, Manolo Sánchez -de Onda Cádiz- me invitó a participar en el programa semanal de televisión El Farol.
Dicen que es el de mayor audiencia de la televisión pública gaditana, y no es de extrañar porque es un formato muy atractivo, con cosas y anécdotas de Cádiz, invitados "de la tierra", un tono desenfadado -gracias en gran parte a su presentador, Salvador- y sobre todo la participación del púbico que, desde casa, intenta adivinar cual de las historias que se cuentan es el farol, la falsa.

Os dejo uno de los programas en los que intervine, de enero de este año, y en el que cuento la historia del coro "a la gaditana".


viernes, 3 de junio de 2011

Un cartel atrevido?

2007

A algunos les chocó ver un cartel así anunciando conciertos de Música antigua. 

Unos, horrorizados por la mezcla de colores chillones. Otros, por la crudeza de Caravaggio quien, fiel a su estilo, representa un Jesús dulce pero con actitud desafiante que coge la mano de Santo Tomás y la introduce en su propio costado para que éste compruebe y crea.

Precisamente es ese detalle -el dedo en la llaga- el que quería que se viera de manera nítida, sin esos chillones colores que desvirtúan la obra de Caravaggio. Ahí es donde se concentra, a mi entender, la fuerza y la magia de esta pintura y, a la vez, un aviso, reflexión o duda ¿es buena la incredulidad?.

Caravaggio siempre mete el dedo en la llaga.

La ciudadela de Cádiz

Publicado en la web de la Asociación Cadiz ilustrada
4 de mayo de 2010

De sobra conocidos son los estragos que produjo en Cádiz el asalto anglo-holandés de 1597 y las consecuencias que trajeron a la ciudad. La más notable -por lo beneficioso de la misma- es el complejo entramado defensivo levantado tras el asalto que se produjo en varias fases hasta el s.XVIII y que, conservado en gran parte, es testigo orgulloso de nuestra historia.

Uno de los primeros problemas planteados a raíz del fatídico asalto fue la erección de una ciudadela capaz de contener los ataques exteriores y a la vez asegurar la salvaguarda de la población. Así, en 1607, Tiburcio Espanoqui proyecta levantar esta ciudadela en el Frente de Tierra (el emplazamiento de las actuales Puertas de Tierra) pero éste se abandonó por falta de medios y por considerarse más conveniente cercar de murallas toda la ciudad (cosa que, como vemos en la actualidad, se llevó a cabo). En 1645 se vuelve a considerar este polémico tema ya que el estudio del lugar donde debía emplazarse fue motivo de debate; con partidarios a favor del Frente de Tierra como lugar idóneo (entre los que se encuentran Cristóbal de Rojas) y otros, como Benito de Losada quien proyecta una gran ciudadela en el Frente de la Caleta de Santa Catalina (nuestra famosa “Caleta”). Finalmente, el Consejo de guerra olvida el tema por considerar excesivos los gastos de una obra de tal envergadura así como tratarse de un emplazamiento a baja altura y por tanto más fácilmente abordable por el enemigo.



El bellísimo plano que vemos en la ilustración se encuentra en el Archivo histórico municipal de Cádiz y corresponde al proyecto de ciudadela realizado por el marqués de Verbón, ingeniero general de las Fortificaciones, de 1724. El proyecto se retoma, pero en esta ocasión en forma de ciudadela militar.
El emplazamiento elegido es lo que se conocía como el Camposanto, ocupando desde lo que hoy es el barrio del Balón hasta el Parque Genovés y parte del barrio de la Viña e integraba el Castillo de Santa Catalina, creando un gran complejo militar y defensivo, con cuarteles para la tropa, almacenes y un arsenal de artillería. Finalmente se desestima la idea construyéndose los cuarteles en el mismo lugar (Camposanto) pero integrado en la ciudad y separados entre ellos, bajo la dirección de Ignacio de Sala. Esta decisión tampoco estuvo exenta de polémica entre estos dos ingenieros, habida cuenta que el proyecto de Verbón implicaba la demolición de parte del hospital militar incluido su cementerio y por otro lado, el elevado coste del proyecto de Ignacio de Sala; motivos esgrimidos -entre otros- por uno y otro.

Habrá que esperar a las postrimerías de esta centuria para hallar un proyecto similar en cuanto a su función, esta vez en la vecina localidad de San Fernando con la construcción de la población militar de San Carlos. Libre de toda comparación estética, éste presentaba mejores condiciones de espacio así como su aislamiento de la población.
Al contemplar este ambicioso proyecto es inevitable hacer conjeturas sobre el aspecto que tendría hoy nuestra ciudad de haberse llevado a cabo. Mientras, nos conformamos con deleitarnos con lo que podría haber sido y no fue.


Bibliografía:

FERNANDEZ CANO, Victor “Las defensas de Cádiz en la Edad moderna” (CSIC). Sevilla, 1973.

Vueltecita gaditana: De la Plaza de España a la Alameda


Vueltecita gaditana.

Mini-espacio dentro del programa radiofónico "Gente de Cádiz", presentado por Manoli Lemos.
Onda Cádiz Radio.

12 de mayo de 2009

Nuestra vueltecita de hoy tiene un fuerte sentido doceañista, es decir, relativo a las Cortes de Cádiz de 1812. Comenzaremos nuestro paseo en la Plaza de España, ante el monumento a las Cortes, levantado sobre terrenos ganados al mar y donde se situaba la “murallita real”, derribada, junto a la Puerta del Mar a principios del s.XX. Afortunadamente, conservamos la mayor parte de estas murallas, dirijámonos hacia ellas para pasear por la historia de nuestra ciudad.

Pasamos ante este imponente monumento que conmemora nuestra primera Carta Magna. Contemplamos como la luz y las sombras dibujan caprichosas figuras entre los relieves de los diputados. Está concebido como un hermoso hemiciclo blanco, con el sillón presidencial en el centro y con los valores que inspiraron a nuestra primera Constitución: Paz, Prosperidad, Justicia....... Caminamos ahora hacia las Murallas de San Carlos.

Subimos a las murallas por las escaleras de “La negrita” para contemplar de nuevo la plaza de España. Sus árboles, sobre los que sobresale el gran pilar que corona el monumento a las Cortes, el precioso caserío de la Plaza y las torres miradores.

Podemos observar durante todo nuestro paseo por las murallas, como abrazan al barrio de San Carlos, al que dan nombre. Un barrio del s.XVIII en el que se asientan magníficas casas.

Tras el terrible saqueo de 1596, incluso se planteó el despoblar Cádiz, pero finalmente se optó por amurallarla completamente. Estos trabajos se extendieron durante todo el siglo XVII hasta finales del s.XVIII. Importantes ingenieros militares diseñaron unas murallas que incorporaban los últimos avances técnicos para hacer de Cádiz una plaza inexpugnable.

Mientras paseamos por estas murallas de San Carlos nuestra imaginación vuela y podemos ver los galeones de guerra fondeados en la Bahía. Nos asomamos y vemos como el agua llega al pie de las murallas. Más adelante, la Punta de San Felipe sobresale como un brazo que prolonga las murallas y que nos muestra que, gracias a estas formidables defensas, los “fanfarrones” no pudieron entrar en nuestra ciudad. Junto a ellas, el triunfo o monumento a la Inmaculada y que primitivamente se ubicaba en el desaparecido Convento de Capuchinos.

Doblamos la esquina del baluarte y caminamos mientras vemos como la muralla comienza a descender, mostrandonos la Alameda, de carácter más afable que estas imponentes defensas.

De entrada, notamos que el enlosado cambia. El rudo grisaceo de las murallas da paso a la solería blanca y amable de la Alameda. Las murallas, que antes vimos como auténticas defensas, son ahora un balcón a nuestra Bahía. Disfrutemos de esta hermosa vista: El Puerto de Santa María.

Continuamos nuestro camino sin perder detalle de los edificios que se asoman a la Alameda. Salvo un par de errores contemporáneos, todos ellos presentan una uniformidad y exquisitez que nos hablan de un refinado y glorioso pasado. Vemos también otro triunfo, esta vez dedicado a San Francisco Javier, co-patrono de nuestra ciudad y que se ubicaba originalmente en la antigua entrada del muelle, recibiendo a los barcos junto a los patronos, San Servando y San Germán.

Llegamos a los jardines de la Alameda. Aquí nos introducimos en un mundo aparte, lleno de colores y olores diferentes. Un pedacito del sevillano Parque de Maria Luisa que nos hace imaginar los paseos de domingo de los gaditanos a comienzos del siglo XX, cuando la arquitectura regionalista andaluza alcanzaba su máximo esplendor. Entre sus salones, el monumento al Marqués de Comillas, hombre consagrado al mar.

Continuamos paseando entre enormes ficus centenarios, escritores y poetas y descansando sobre bancos de azulejos vidriados de vivos colores. Aquí nuestros cinco sentidos se hallan desbordados ante tanta belleza: La historia, la Naturaleza y el Mar.

Llegamos hasta el Baluarte de la Candelaria y ante él, majestuosa la Iglesia del Carmen, que, mirando al mar, nos recuerda a América, a ese mar que tanta prosperidad trajo a nuestra ciudad. Las espadañas, o sea, los cuerpos de campanas, se yerguen como pasteles de merengue con sus caprichosas y barrocas formas. La Virgen del Carmen nos espera dentro, como vigilante de este extenso mar que se abre ante nuestros ojos.

Y terminamos recordando de nuevo nuestra Constitución gaditana. Desde esta iglesia del Carmen partieron en procesión los diputados doceañistas para pomulgar la Constitución en la Plaza de San Antonio tras celebrar una solemne misa de acción de gracias. Desde aquí podemos oír aún los ecos de aquellos gritos de ¡Viva la Pepa!